Alain Badiou: sobre la política, el comunismo y el amor
Entrevista realizada por Costas Mavroidis. Traducción al español por Miguel Ángel Guerrero Ramos. En Inglés.
El New Statesman dijo de él que era el heredero de Jean-Paul Sartre y Louis Althusser, poco después de la publicación de su obra La antifilosofía de Wittgenstein. En torno a su charla en el Instituto Francés de Grecia titulada ¿Cómo hacer política en la actualidad?, el sitio francófono GrèceHebdo concertó una reunión con Alain Badiou para discutir sobre la política, el comunismo y el amor.
Hay un gran número de temas que discutir en torno a Francia y el movimiento Nuit Debout. ¿Hay espacio para el optimismo en ese sentido? ¿Estamos viendo una reactivación de la política?
Te voy a dar una respuesta ambigua. En lo personal siempre me alegra cuando surge un movimiento social. Naturalmente prefiero que haya un movimiento a que carezcamos de los mismos. Desde ese punto de vista debemos reconocer el movimiento que mencionas. Un movimiento que se ha robustecido con el tiempo y al cual están llegando una gran cantidad de personas, ya sea para detenerse a echarle un vistazo o para hacer parte integra de él. Un movimiento en el cual todavía se encuentra un buen clima general de discusión. Y todo ello es positivo. Por otro lado, yo pienso que probablemente no acarreé transformaciones profundas para la situación política francesa, que yo designaría como una situación muy difícil o incluso congelada. De modo que no es una cuestión de buena o mala fe de los actores involucrados. Por ello mismo, la búsqueda de una nueva política en el contexto actual —algo que también derriba las políticas existentes— será un proceso bastante largo. De este modo, mientras que este movimiento es sin duda alguna positivo, no debemos esperar que pueda obtener resultados inmediatos de orden general.
Aun así, ¿estamos en el comienzo de un proceso?
Eso es lo que yo espero. Espero que nos encontremos en el inicio de un proceso, este tipo de movimientos siempre deja huellas. Hay personas que salen de ellos con una firme convicción de que tenemos que hacer algo y proponer nuevas ideas, tras lo cual forman pequeños grupos con experiencias locales muy importantes. Nuit Debout ahora ha tenido eco en las ciudades de provincia. Bueno, no sabemos muy bien cómo puede todo esto perpetuarse a futuro, pero estoy seguro de que dejará huellas. Y desde este punto de vista, espero que este movimiento sea una especie de precursor de algo muy importante. De hecho, yo espero con ansias ese tañir de campanas que indique que ese algo está sucediendo.
¿Cree que la apropiación de los espacios públicos, como la que Nuit Debout está llevando a cabo actualmente en París, es importante para que las personas hablen nuevamente de política?
Ocupar el espacio público, por supuesto, siempre es importante. Existen experiencias anteriores en las cuales se han ocupado espacios públicos o incluso edificios, y dichas dinámicas han permitido consolidar decisiones políticas que han constituido, a su vez, políticas revolucionarias. Cuando hablamos de revoluciones retrocedemos a hechos como La toma de la Bastilla o La toma del Palacio de Verano, entre otras. Ello permite indicar que cuando un movimiento se hace cargo de los espacios reservados a las autoridades o a la vida común y los convierte en nuevos espacios transformados por la voluntad colectiva, surgen episodios de gran importancia que pueden llegar a marcar la historia. Dicho esto, todavía tenemos que ser conscientes de que dichos movimientos no dan cuenta de un futuro claro en cuanto que no vamos a permanecer en las plazas para siempre. También tenemos que pensar en lo que tenemos que hacer a continuación, en el largo plazo. Creo que el gran problema para la política en general es cómo definir su temporalidad, es decir, no podemos ser esclavos de una temporalidad impuesta y el Estado es una entidad que prescribe un tiempo determinado. Por ejemplo, de momento todas las personas están expectantes ante la idea de las próximas elecciones presidenciales y ante cuestiones como quiénes serán los candidatos en el 2017. Sin embargo, cuando inventamos una nueva política inventamos un nuevo tiempo. Y ocupar el espacio público es parte de ello.
¿Están sonando las campanas en otro lugar? ¿Es posible pensar en estos términos en algún otro sitio en particular?
A escala mundial actualmente nos encontramos en lo que llamo un "intervalo histórico". Es decir, un espacio temporal tras las grandes experiencias históricas del siglo XX que ya quedaron atrás, como lo es el período de los grandes estados socialistas. Sin embargo, el futuro no puede vislumbrarse todavía a ciencia cierta. Razón por la cual estamos entre los dos. Y creo que, en situaciones de intervalo, las cosas avanzan con pequeños signos, con movimientos, con rebeliones. Y también con la llegada histórica de una nueva juventud que no ha estado en experiencias pasadas, y en esa misma medida tiene diferentes puntos de partida para configurar movimientos. Y ello es precisamente lo que se manifiesta en la actualidad. Un fenómeno que siempre trae consigo algunos elementos novedosos en cuanto a la cuestión de políticas, de la vida política y de la organización de la vida social, entre otros factores. Todo esto se lleva a cabo en medio de una gran incertidumbre, pero, aun así, estoy convencido que hoy por hoy se está allanando el camino para algo significativo. Tenemos movimientos muy importantes en el mundo contemporáneo. En lugares como Turquía, El Cairo y Hong Kong, ha habido ocupaciones del espacio con grandes discusiones públicas. Y todo ello puede dar algunos frutos.
¿Son fuerzas políticas como Podemos, Syriza aquí en Grecia o Jeremy Corbyn en Gran Bretaña parte de este proceso del que estamos hablando?
Mucho así lo creo. De hecho, en una inspección más profunda, entre estas nuevas formaciones —o en las nuevas tendencias de las formaciones antiguas— bien podríamos también incluir a Bernie Sanders en los Estados Unidos. Para ello debemos considerar que todas estas formaciones y estas fuerzas proceden de los mismos movimientos. Syriza no habría existido sin los movimientos de los años 2000, Podemos ha sido el resultado de la gran movilización de «los indignados» e incluso se puede decir que Bernie Sanders ha sido una repercusión del Occupy Wall Street. De hecho, son los mismos jóvenes quienes principalmente lo están apoyando. Eso sí, debemos aceptar que ellos son simplemente un primer intento por tratar de extraer ciertas orientaciones políticas de aquellos movimientos. No obstante, también debemos aceptar que todos ellos están obligados a operar en el cuadro oficial de la política, y de ahí la decepción de una parte importante de sus seguidores. El marco oficial tiene una lógica propia, y esta está en contradicción con los mismos movimientos. Por ello, cuando partidos políticos como Syriza o Podemos entran en el cuadro oficial se hace bastante difícil para ellos alinearse con las dinámicas del movimiento. De todos modos, tenemos que aceptar que existe este difícil problema en las partes que fueron creadas en la efervescencia de los movimientos y pasan a hacer parte del cuadro oficial. Tanto así que ellos se ven forzados a decepcionar a gran parte de su apoyo, de hecho, en una gran medida. Cabe decir que todos mis amigos americanos están muy contentos con Bernie Sanders, después de todo, en los Estados Unidos ver a alguien hablar de socialismo es algo absolutamente extraordinario. Pero todo el mundo sabe que en algún momento Bernie Sanders va a tener que decir que hay que votar por Hillary Clinton. Ese es el problema. Y somos muy conscientes de que Hillary Clinton es una figura oficial del sistema. Es un poco como el momento en el cual Alexis Tsipras tuvo que decir que en última instancia no había más remedio que aceptar lo que exige Europa. Estos son episodios en los cuales los productos de los movimientos van hacia atrás dentro de las estructuras sistémicas. Es casi inevitable que esto suceda, ya que ello también hace parte de las experiencias negativas de los procesos. Después de todo, la configuración de lo político también aprende de los errores y las experiencias negativas.
¿Están los movimientos sociales irremediablemente destinados a ser apropiados por fuerzas políticas?
Yo no diría que irremediable, aunque sí es una experiencia casi inevitable. Si miramos hacia atrás en la historia siempre ha habido grandes movimientos que terminaron siendo apropiados por el marco oficial. Ello ha aplicado para movimientos mucho más importantes que la Nuit Debout o Podemos, por ejemplo, con la apropiación por parte de Napoleón III de todas las revoluciones de 1848 con la finalidad de restituir los esquemas de Napoleón I. O el hecho de que la Revolución de Julio de 1830 (también conocida como las Tres Gloriosas) finalizara con el restablecimiento de la Monarquía. De modo que es una ley de la historia que ningún movimiento puede mantener su paso y su efervescencia para siempre. Existen contratendencias y un orden establecido, y sería un error subestimar su tenacidad. Estamos en un período de intervalo en el que cada uno tiene que medir sus opciones y posibilidades, y ello incluye la amarga aunque no inevitable experiencia del marco oficial apropiándose de los avances logrados. No debemos lamentarnos por eso. La historia es rica en ejemplos en torno al hecho de que en un momento determinado puede ocurrir un gran avance. No soy fatalista al respecto, sino más bien optimista. Y yo creo que tenemos que ser claros en el hecho de que si bien es cierto que dicha apropiación por parte del marco oficial puede suceder, eso no es una razón para concluir que es del todo inevitable.
¿Hay que mantener abierto el horizonte del comunismo?
Sí, hay que mantener abierto dicho horizonte. Porque si no hay una idea estratégica, el fracaso de los movimientos tendrá unos efectos subjetivos devastadores. El riesgo es su desarticulación, la idea de que "como era joven me lancé a esta aventura y no funcionó". Nuestro pensamiento debe ser consciente de que si bien es cierto que en ciertas ocasiones tienen lugar ciertos retrocesos estratégicos, hay que mantener el rumbo a pesar del sinuoso curso de la historia. La historia no marcha en línea recta, sino de una manera bastante tortuosa, razón por la cual no hay que imaginar un único camino verdadero que pueda conducir a la emancipación. En ocasiones hay reveses, experiencias negativas, y es por eso que necesitamos tener una brújula pase lo que pase. Si no tenemos dicha brújula terminaremos viejos y descorazonados.
Es debido a estas peripecias que usted habla del "nuevo comunismo". ¿Podemos imaginar otro comunismo más reciente que el que se encuentra en los textos?
Sí, no sólo creo que tenemos que imaginar algo semejante, sino que también creo que contamos con las experiencias históricas para saber cuáles fueron los graves errores cometidos en el pasado. Por ejemplo, sabemos que es un error imaginar que el poder del Estado es la solución a todos los problemas de la emancipación. Sabemos que, incluso si ganamos a través de ciertos métodos de movilización ello no significa que dichos métodos puedan constituir el gobierno del día a día. Sabemos que no debemos pensar los partidos políticos, como organización, completamente fundidos con el Estado. Ya que dicha fusión termina por dejar a la gente fuera del proyecto y por engendrar terror. Contamos con algunos elementos de gran relevancia de la primera fase del comunismo, que para mí fue una fase enteramente dominada por la victoria de la revolución, propiamente hablando. En el fondo, toda la historia del siglo XX ha sido la historia de los grupos políticos convencidos de que los métodos que han conducido a la victoria revolucionaria pueden ser los mismos que conducirán a la construcción de un mundo mejor. Eso no es verdad. Los métodos que se utilizan para vencer a un enemigo no pueden ser los mismos que se utilizan para movilizar a los amigos. Podemos conquistar a los enemigos por la fuerza —y a veces nos vemos obligados a ello— pero no se puede obligar a los amigos a hacer algo sin consultarles previamente. Tenemos que extraer todas las lecciones posibles de dicha fase. En mi opinión, la lección principal se reduce a tres cuestiones. En primer lugar, hay que mantener vivos los movimientos de masas en sus distintas variantes y en sus distintas etapas de desarrollo. La juventud y los trabajadores tienen que ser capaces de movilizarse y decir lo que piensan cuando la situación lo exige. Los movimientos de masas deben seguir siendo un ser viviente; a diferencia de experiencias anteriores, en las cuales fueron totalmente ignorados. La segunda lección es que siempre que el estado no pueda ser completamente derrocado o reemplazado por otra cosa, debe encontrarse una manera de gestionarlo. En tercer lugar, tiene que haber una organización que confluya entre el movimiento de masas y el poder sobre el Estado.
¿En este esquema hay algún lugar para Europa y el federalismo más allá de los Estados?
Creo que puede haber un interés similar en cualquier proyecto político que desee ir más allá del marco nacional. Incluso si trae inconvenientes desconocidos, ya que no podemos olvidar que la vocación fundamental de la política emancipatoria es ser internacionalista. De hecho, no podemos considerar hoy el marco nacional el más apropiado para la política. Por otra parte, si se analizan los movimientos de los últimos períodos —como en el caso de los años 1960— encontraremos movimientos de envergadura mundial. No todos son iguales, pero hay movimientos a escala en todo el mundo los cuales deben asociarse y formar federaciones. Tenemos que operar a gran escala en todo el mundo. Después de todo, el capitalismo hoy está globalizado, y es difícil para las organizaciones progresistas posicionarse cuando se hallan limitadas por el marco nacional. En una gran medida todos hacemos parte de lo mismo razón por la cual tenemos que volver a lo que dijo Marx: "los obreros no tienen patria". Dicha frase, cabe decir, se vuelve mucho más cierta si tenemos en cuenta que hoy en día tenemos un proletariado internacional. De hecho, un gran porcentaje de los trabajadores de mi país, Francia, son, en realidad, marroquíes o malienses, entre otras personas procedentes de otras regiones del mundo. Lo internacional está hoy al interior de cada uno de nuestros países. Del mismo modo, si se recibe un cierto número de refugiados algunos se quedarán y pasarán a hacer parte de su visión del mundo. De modo que tenemos una visión internacionalista mucho más contundente que en épocas pasadas. Para mí, cabe decir, Europa no es un ente de temor, y podría llegar a ser algo positivo siempre y cuando no sea sólo la Europa de los burócratas.
Un evento que actualmente estamos presenciando es la llegada masiva de refugiados. ¿Qué opinas de la actitud griega hacia este fenómeno?
Por lo que yo sé, las personas que viven en la desgracia comprenden mucho mejor a los que también viven en la desgracia, cosa que no ocurre con los que viven sumergidos en su egoísmo indiferente. En efecto, parece que Grecia ha mostrado una cierta aptitud —contradictoria, por supuesto— para ver qué se puede hacer y organizar en torno al tema de los refugiados. Ello es aún más sorprendente teniendo en cuenta que los griegos no se encuentran en una situación fácil, de hecho, hoy se encuentran protestando de nuevo. Creo que se trata de una experiencia subjetiva interesante para el futuro ello de trazar conexiones con personas que no pertenecen al mismo esquema sociocultural, con el fin de hacer algo juntos. Creo que el viejo internacionalismo fue, sin embargo, un lugar nacional, una cuestión de federación. Un esquema internacional con representantes de cada país. Sin embargo, lo ideal sería construir una verdadera comunidad internacional, una comunidad internacional de los pueblos.
Usted habla no sólo de política, sino también sobre el amor como un proceso verdadero. En su opinión, ¿cómo es posible hacer que la magia del amor perdure a pesar de las limitaciones sociales y el paso del tiempo?
Paradójicamente existen analogías entre el amor y la política emancipatoria. Esto es porque en el fondo ambos comienzan con eventos similares. El amor comienza con un encuentro, con una muy curiosa ruptura interna de cambio que constituye la posibilidad de ese amor. Se trata de una posibilidad inscrita en los tejidos de la realidad. De hecho, una gran parte de la literatura universal trata sobre la contradicción entre este golpe de azar y el matrimonio arreglado por los padres. El gran número de obras dedicadas a los amantes cuyo amor germinó aun a pesar de los arreglos de sus familias, indica muy bien que en varias partes del mundo se ha señalado desde hace tiempo que el amor es una singularidad creativa. En ello concuerda la política emancipatoria, aunque ella no radica únicamente en acabar con el orden social existente, con las cosas perturbadoras. Debemos advertir que en cada caso tenemos el mismo problema de lo que viene después; el hecho de que tenemos que construir algo. El amor no puede detenerse en la epifanía del encuentro, sino que también tiene que convertirse en una construcción. Y precisamente lo que tiene que ser construido es una experiencia del mundo “para dos”. Esto es algo totalmente extraordinario, ya que habitualmente experimentamos el mundo como nuestra propia experiencia personal, es decir, lo que veo o lo que siento. Con el amor, en cambio, las cosas tienen que suceder "para dos". Eso significa que cuando dos personas deciden compartir un viaje, ellos están viajando verdaderamente como dos. De modo que se ven las mismas cosas, pero como al mismo tiempo se ve de manera diferente, se puede discutir con la persona amada esa diferencia. Y por supuesto que aquellas dos personas pueden tomar la decisión de irse a vivir juntos, o la decisión de tener hijos. Y cada pequeña decisión de este tipo se transforma, en última instancia, en el hecho de que no es la decisión de una persona aislada, sino una decisión tomada por dos personas. De forma que el amor es la experiencia continua de construir algo con otra persona. Ese es el momento perdurable del amor. A veces, desde luego, el amor no funciona, al igual que los estados socialistas fracasaron en su momento, porque en un instante dado, una de las dos partes o incluso las dos a la vez ya no pudieron soportar tener aquella dualidad dentro de sí mismos, aquella dualidad en sus decisiones. Se trata de contradicciones que emergen y que no logramos resolver. Sin embargo, creo que la verdadera fortuna, y en general el poder del amor, se presenta cuando este tiene éxito en la superación de las crisis. Nada es más significativo en los temas amorosos que la reconciliación que sigue a las crisis. Ya que ello significa que, finalmente, nos sentimos capaces de construir algo que no habíamos imaginado. Por eso no hay que temer a las crisis que son inevitables, ya que el amor como la política es la resolución de problemas. Evidentemente, si nos enamoramos diciendo que esto va a funcionar por sí mismo, sin mayor esfuerzo, y que no habrá problemas, entonces hemos empezado con mal pie.